Homenajes. Ramón Gaya

SALA VELÁZQUEZ

En el exilio mexicano nacieron los homenajes pictóricos de Ramón Gaya. En su estudio, rodeado de reproducciones de los cuadros que más añoraba, construía pequeños ‘altarcitos’, como los llamó la intelectual feminista Concha de Albornoz. Junto a cada imagen colocaba objetos cotidianos: una copa de agua (motivo recurrente en su pintura, pues le fascinaba cómo el agua, a través de su transparencia, distorsionaba la realidad, alterando la percepción de los objetos), flores, porcelana popular, libros… Elementos sencillos que, al integrarse en su pintura, se convertían en su forma de dialogar con el arte del pasado, con la pintura de siempre; ‘una polémica sin gritos’ afirmaba el pintor quien también señalaba:
«No podemos dar un paso verdadero sin contar con todo eso, que no es el pasado, sino el presente, porque son cosas vivas».
Su mayor exilio no fue solo la distancia geográfica, sino el alejamiento de la ‘Pintura’. Cuando por fin regresó a Europa y se reencontró con sus “amigos perennes” —como llamaba a los maestros antiguos—, sus homenajes a ellos no cesaron. Hasta el final de sus días siguió componiendo estos tributos, en una comunicación ininterrumpida con el arte que le precedió.
«Esos homenajes no están nunca compuestos de antemano. Se componen un poco solos, es decir, esas cosas que yo tengo en el estudio –cosas que me gustan o que tienen para mí resonancias– se organizan ellas solas».
Esta exposición reúne una serie de esos homenajes, desde los primeros que realizó en México a artistas como Carpaccio o Velázquez, hasta los maestros orientales o Rembrandt. Una manera íntima de acercarnos al universo tan íntimo y particular de Ramón Gaya.