Cuadro del mes

En el ciclo CUADRO DEL MES, señalamos algunas obras escogidas del Museo; tratando de profundizar aún más en piezas destacadas de la colección y en las historias que arrastran tras de sí. Anécdotas, vivencias o curiosidades que nos den una visión inédita de la obra seleccionado.

Febrero 2025 | Puente de la Academia, 1953. Ramón Gaya

Cuadro del mes de febrero de 2025. 'Puente de la Academia con lluvia', 1953. Ramón Gaya

Ramón Gaya pintó en numerosas ocasiones el puente de la Academia de Venecia, capturando su esencia bajo el sol, al atardecer, cubierto de nieve y, como en este caso, bajo la lluvia. Este lugar fue una constante en su diario, donde dejó testimonio de sus sesiones de trabajo en días diferentes:
«Por la tarde, acuarela en el puente de la Academia mirando a la Salute.»
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«Por la tarde, pastel del puente de la Academia. Creo que bueno.»
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«Por la mañana, pastel del puente de la Academia, con el árbol –abeto– al fondo.»
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«Trabajo en los dos pasteles que más guerra me han dado –las góndolas y el puente de la Academia–; creo que ahora quedarán así.»
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«Pastel del puente de la Academia. Día precioso, sutil, ni duro (con una neblina suave), ni desaparecido.»
La obra que destacamos este mes es un delicado dibujo al pastel. Su sencillez y frescura se deben al rápido trazo, fruto de la urgencia por terminarlo al natural antes de que la lluvia dañara el papel.
Tiempo después, Gaya retomaría esta misma composición en óleo, reafirmando su fascinación por el puente y la atmósfera cambiante que da la lluvia, siguiendo con su diario: ‘Todo está mojado, empapado, gris, pero riquísimo de color’.
Enero 2025 | La maja vestida, 1932. Ramón Gaya. Copia para las Misiones Pedagógicas

Cuadro del mes de enero de 2025. 'La maja vestida' de 1932. Copia para las Misiones Pedagógicas

El Museo del Pueblo fue concebido para las personas humildes que vivían en aldeas apartadas, aquellas que nunca habían salido de sus hogares y, por tanto, no conocían los museos. Nunca tuvieron la oportunidad de contemplar verdaderos cuadros ni de apreciar la obra de los grandes maestros. Las Misiones Pedagógicas lograron llevar este Museo Circulante a las aldeas más pobres, remotas y olvidadas de España.
Ramón Gaya acompañó al Museo en su recorrido por toda la geografía española, siendo el encargado de crear varias copias de obras maestras del Museo del Prado, como Los fusilamientos, La maja vestida, El sueño de Jacob y el medio punto de Murillo.
Este fue uno de los proyectos más hermosos, luminosos y solidarios de la historia cultural de nuestro país. El Museo Circulante recorría las provincias, visitaba los pueblos, ofrecía charlas, proyectaba cine, difundía cultura, y hasta llevaba películas de Chaplin. Además, se dejaba una biblioteca de cien volúmenes, seleccionados por el propio Cossío, que incluía una cuidada representación de la literatura española, así como traducciones de autores como Shakespeare.
En cada pueblo, el Museo era recibido con gran agradecimiento. La idea del museo ambulante nació de la inquietud de Cossío, quien consideraba un dolor que tanta gente nunca hubiera visto un cuadro de Velázquez, Goya, El Greco y otros grandes maestros. Su deseo era llevar esas obras, esos tesoros, a todos aquellos que nunca los habían contemplado. Sabía que, para muchos, la pintura podía no interesarles, pero estaba convencido de que para otros sería una experiencia transformadora.
En el Museo Ramón Gaya se pueden contemplar dos de las copias más significativas de este Museo Circulante: Los fusilamientos y La maja vestida, recientemente trasladada desde el Museo Nacional de Arte de Cataluña, en un generoso préstamo por parte de esta institución.
Estos cuadros llevan consigo una rica historia, pues han sido expuestos en numerosos pueblos de España. Al llegar a cada localidad, se adaptaban a las condiciones de los espacios disponibles, que generalmente eran escuelas, el casino o ayuntamientos. Pero debía ser una sala espaciosa para acoger las 14 copias que llevaban. Los organizadores del Museo improvisaban un montaje que transformaba esos espacios, utilizando sábanas y telas para cubrir las paredes, colocando plantas y poniendo música suave que creaba un ambiente acogedor. Todo se hacía para que el visitante, a menudo inexperto, se sintiera bien recibido en un entorno cálido y familiar.
Las copias se hicieron un poco más pequeñas del tamaño natural. Sorprende la calidad de las que hizo Ramón Gaya, quien tenía poco más de veinte años. El propio pintor se refiere a esa labor: «nuestras copias eran de pintor, no eran unas copias hechas mecánicamente, y quizá por eso con una mayor compresión de la obra copiada. Estuvimos trabajando varios meses o quizá un año. Eso estaba bien pagado así que nos permitía vivir y además era una disciplina espléndida para un pintor».
Diciembre 2024 | El pintor Cristóbal Hall, 1939. Ramón Gaya

Cuadro del mes de diciembre de 2024 'El pintor Cristóbal Hall' de 1939. Ramón Gaya

Cristóbal Hall, pintor inglés, llegó a Murcia a mediados de diciembre de 1927. La ciudad lo cautivó profundamente: «Me encuentro completamente desequilibrado delante de los juncos, las palmeras, las higueras, los cipreses, las casas y las torres color de rosa y de albaricoque. Todo lo encierran en este paraíso recoleto las dos adorables serranías», expresaría Hall con evidente fascinación.
Sin embargo, su estancia en Murcia fue breve. En una carta dirigida a su amigo y también pintor Ramón Gaya, Hall explicaba las razones de su partida: «No le puedo precisar exactamente el por qué; creo que más por vergüenza que por otra cosa. Sentía en el ambiente cierta necesidad de exhibicionismo, oficio para el que en los mejores tiempos tengo poquísimas condiciones».
A pesar de la corta estancia, la amistad entre ambos artistas se consolidó profundamente. Gaya lo reconocería años más tarde como una de las personas más excepcionales que había conocido: «Cristóbal Hall y yo fuimos muy amigos. Yo lo estimaba muchísimo; era una persona extraordinaria».
Tras la Guerra Civil Española, Hall brindó refugio a un abatido Gaya y a su hija en el Château de Cardesse, al suroeste de Francia, cerca de Pau. Hall describía aquel lugar en una carta:
«Nosotros nos instalamos aquí hace un par de meses, y no nos desagrada, dentro de lo que cabe. La casa, vieja y grande, es simpática; la aldea, muy pequeña, perdida en este valle: alrededor no hay más que bosques. La soledad, absoluta. Trinita y Anne Pauline, muy bien».
Gaya permaneció en el castillo solo dos meses, en los que intentó reponerse tras la trágica pérdida de su esposa durante un bombardeo. En ese periodo, la pintura se convirtió en su tabla de salvación, alentado por Hall: «Cristóbal Hall me empujó a que trabajara, porque era una manera de recuperarme un poco; allí pinté varias cosas, no recuerdo cuántas».
La verdad es que Gaya produjo una cantidad considerable de obras durante ese tiempo difícil. Muchas de las piezas que creó en Cardesse se encuentran hoy en el Museo Ramón Gaya. Entre ellas destaca la Obra del Mes, donde aparece Cristóbal Hall de espaldas, inmerso en la pintura del paisaje, aparentemente ajeno a que él mismo estaba siendo retratado. Curiosamente, Hall es el protagonista de varias obras de Gaya, siempre representado mientras pinta.
Septiembre 2024 | ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’, 1933. Ramón Gaya

Cuadro del mes de septiembre de 2024. Fusilamientos del 3 de mayo, 1933

‘Los fusilamientos del 3 de mayo’, 1933. Óleo sobre lienzo, 114,5 x 186,5 cm. Ramón Gaya.
Depósito del Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Este mes de septiembre mostramos la primera copia realizada por Ramón Gaya para el Museo Ambulante de las Misiones Pedagógicas y de la cual estaba más satisfecho. Se trata de ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’, es una de las obras más icónicas de Francisco de Goya.
En el tiempo de las Misiones Pedagógicas (que duraron desde 1931 hasta 1936) Ramón Gaya viajó por toda España acompañando al Museo Ambulante. Nos lo cuenta el pintor de viva voz: <<Yo mismo viajé después con el Museo, mostrando los cuadros por los pueblos de España, trabajo que finalizó al comenzar la guerra. Para mí fue estupendo porque pude conocer España, a la que conocía mal, como la conocíamos mal casi todos los españoles. Ese trabajo me permitía pintar toda la mañana, salir al paisaje por la mañana, y luego, por la tarde, era una gran lección encontrarnos ante unas gentes tan atentas y sin prejuicios…>>
Las copias sobrevivieron a la Guerra Civil. Actualmente pueden verse en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid, la Residencia de Estudiantes o el Museo Ramón Gaya de Murcia.
Julio 2024 | Autorretrato con geranio’, 1982. Ramón Gaya

El tema del espejo es un asunto muy utilizado en la historia del arte, hay algunos míticos como el de ‘Los esposos Arnolfini’, ‘Las Meninas’, ‘Mujer ante el espejo’ de Tiziano, el ‘Autorretrato’ en un espejo convexo del pintor Parmigianino…
Ramón Gaya usaría el espejo en múltiples ocasiones, desde muy joven, con tan solo 16 años, hasta prácticamente el final de su vida. En todos los estudios del pintor (ya sea en Roma, Madrid o Valencia) había espejos. Se conservan muchas obras de Ramón Gaya en las que el espejo con su misterio es utilizado por él. Sin embargo, hace una clara diferencia entre la imagen reflejada por un espejo y por el agua:
«La imagen en el espejo podrá ser de una gran exactitud, sumamente fiel, casi servil, pero siempre aparecerá como…despegada; no logrará nunca formar parte, ser parte, ser carne del espejo, como es, en cambio, carne, entraña viva, la imagen que está dentro del agua, no en su fondo ni en su superficie, sino en su centro».
Os dejamos uno que hizo cuando tenía 72 años ‘Autorretrato con geranio’. Óleo sobre lienzo, 61 x 50 cm. 1982.
Junio 2024 |Retrato Salvador Moreno, 1943. Ramón Gaya

Ramón Gaya no tuvo más remedio que exiliarse en México en 1939. Los primeros años en el país azteca fueron muy duros. Allí se reencontró con amigos como Octavio Paz (al que había conocido en Valencia durante el Congreso de Escritores Antifascistas), Juan Gil-Albert, Concha de Albornoz, Luis Cernuda… Se sumaron algunos residentes mexicanos como el poeta Xavier Villaurrutia, la arqueóloga francesa Laurette Séjourné (viuda de Víctor Serge), Tomás Segovia y alguien especial: el compositor Salvador Moreno.
«A Salvador lo conocí nada más llegar y creo que tuvo mucha importancia para él conocerme, porque se formó al lado mío. Así que a veces en su casa me sentaba al piano y tanteaba, yo no puedo leer música, no distingo un do de un re. Pero me gusta sentarme al piano y buscar, tantear. Y ahora, me decidí a comprar este piano y me ayuda muchísimo, mientras estoy trabajando».

Salvador fue un amigo y confidente del pintor.
Fue Salvador quien presentó a Ramón Gaya a Victoria de los Ángeles.
La amistad entre ambos fue sólida y duradera. Este retrato lo pintó Ramón en 1943, a los pocos años de llegar a México

Mayo 2024 | Retrato de Tomás Segovia. Ramón Gaya

EL SER CENTRAL DEL ARTISTA
<<Hoy estamos ante un poeta que tuvo tanta precipitación, tanta fatalidad de expresar unos sentimientos, unos sentimientos que él sabía tan propios, tan suyos, que no temió decirlos con palabras deliberadamente ajenas. Pero no se trata aquí de una copia, de una imitación, sino más bien de un desamparo, de un frío en torno suyo, como huérfano de lo actual. En su decidida inclinación por un poeta como Juan Ramón Jiménez, tan clásico y venidero, es decir, tan fuera de moda ya, se me figura ver, además de un homenaje, el disgusto por toda esa retórica suelta, indecisa, blanda, que forman esos poemas como fardos, a donde va a parar todo, todo un material neutro, compuesto de lirismo, filosofismo, socialismo, sexualismo, etc.; eso es lo que se llama hoy ser un poeta que no vive al margen de su tiempo, que no está en las nubes, que no esquiva las cuestiones del presente. Yo comprendo que toda república bien organizada expulse de su seno, como dicen, al poeta, pero lo que no comprendo es que se quiera convertir al poeta en otra cosa. Además, hoy se habla mitinescamente de graves problemas realistas, como si cualquier otro tiempo fuera una balsa de aceite. Es inútil y tonto buscar palabras como egoísta, inhumano, traidor para caracterizar a un Goethe, por ejemplo; quien nos ha dado el Fausto no puede ser ya más generoso, y no se crea que me refiero a una generosidad artística, sino precisamente humana, humana pero grande, no una generosidad mezquina, como para entre vecinos, que es la generosidad que entiende el honrado hombre corto. Un poeta, es decir, un artista, ha sido siempre un ser extemporáneo, difícil, fuera de lugar y tiempo, desentonante; quemémoslo, si eso es absolutamente necesario para la tranquilidad de todos, pero no lo deformemos.
Hoy estamos aquí ante un poeta con una gran pureza de sentimiento: principio fijo del arte grande. Entremos hasta el centro de esos poemas, pero quizá sin escucharlos todavía, porque aún no tienen voz, sino sentir, un sentir propio, un sentir original, una riqueza muda. Porque, en arte, lo último es el verbo>>.
Fragmento de ‘Presentación de Tomás Segovia (en su primera lectura de Poemas)’.
México, 1949. Ramón Gaya.
Abril 2024 | El Espanto 'Bombardeo en Almería' 1937.

Este cuadro es uno de los pocos que pintó Ramón Gaya con un tema trágico. Se trata de «El Espanto (Bombardeo en Almería, 1937)». Representa la masacre que tanta repercusión tuvo internacionalmente por los testimonios del médico canadiense Norman Bethune (que la describió como «doscientos kilómetros de miseria»), o el reportaje fotográfico del ya mítico Robert Capa.

La obra de Ramón Gaya recibió el primer premio de pintura en los Concursos Nacionales y formó parte del Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, donde también estaba el «Guernica» de Picasso (hace una década pudimos contemplar ambas obras en el Museo Nacional Reina Sofía en el 75 aniversario de la conmemoración del trágico bombardeo).

Ramón Gaya participó en el citado Pabellón con dos obras más: “Retrato de Gil-Albert. Palabras a los muertos”, uno de los cuadros más icónicos del Museo Ramón Gaya; es uno de los más representativos, pues la amistad entre el poeta y el pintor fue muy sólida. Juan Gil-Albert acogió en su casa de Valencia a Ramón Gaya y su mujer, Fe Sanz; fue padrino de su hija Alicia, también impulsó junto a Gaya y otros integrantes de las Misiones Pedagógicas la publicación ‘Hora de España’.
El otro cuadro es una parte de un cuadro mayor que el propio Ramón Gaya destruyó en los años ochenta pues según decía: <<la habían repintado>>. Se salvó solo la «Cabeza de muchacho» (gracias a la intervención de Manuel Fernández Delgado).

Actualmente, «Cabeza de muchacho» y ‘El Espanto (Bombardeo en Almería, 1937’ pueden verse en el Museo Ramón Gaya de Murcia. La obra “Retrato de Gil-Albert. Palabras a los muertos”, se encuentra en la exposición ‘Popular’ en el IVAM. Institut Valencià d’Art Modern. que estará hasta el 14 de abril. 

Marzo 2024 | La cinta, 1940. Ramón Gaya

Cuadro del mes de marzo de 2024. La cinta, 1940. Ramón Gaya

‘La cinta’ de 1940 es el primer cuadro que pinta Ramón Gaya en México. Llegó al país azteca en 1939, exiliado. Había perdido a su mujer en un bombardeo y no tuvo más remedio que separarse de su hija Alicia, de tan solo dos años. En ese tiempo amargo Ramón Gaya se encierra en sí mismo, no frecuenta a mucha gente ni sufre más compañía que la de aquellos que coinciden con sus gustos y temperamento. Ni el arte ni la pintura mexicanos coinciden con él. No habrá influencia alguna de México en la pintura de Ramón Gaya. Vuelve nuevamente a pintar a pesar de encontrarse en una delicadísima situación emocional.

Febrero 2024 | El niño de Vallecas, 1987. Ramón Gaya

Cuadro del mes de febrero de 2024. El niño de Vallecas, 1987. Ramón Gaya

Tras regresar del exilio, Ramón Gaya visita incansablemente el Prado: «Casi nadie comprende mis repetidas y repetidas visitas al museo; yo mismo no lo entiendo del todo, si no es, acaso, por haber vivido demasiado tiempo –catorce años largos– sin poder contemplar un trozo de pintura verdadera; catorce años de ausencia y miles de kilómetros de distancia han podido muy bien formar ese hueco, ese vacío insaciable. Cuando me encuentro delante del Mercurio y Argos, o el Don Juan de Austria, o Las Meninas, o el Niño de Vallecas, o los paisajes de la Villa Medici, o el Sueño del patricio o… Las pinturas negras, me doy cuenta, claro, de haber vuelto verdaderamente –irremediablemente– a mi tierra».

Quizás nadie ha tratado tanto el El Prado como lo hizo Ramón Gaya, ya sea en sus pinturas o en sus escritos. Lo visitó cientos de veces a lo largo de toda su vida desde que entrara por primera vez a los diecisiete años. Con muy pocos más realizó algunas copias de pinturas muy escogidas para el museo ambulante de las Misiones Pedagógicas. En su exilio en México definirá al Museo como roca española y, al visitarlo dos décadas después, a su vuelta a España, tendrá un emotivo reencuentro con El Prado. Volverá a pintar algunos cuadros, esta vez no hará copias sino versiones ‘comentarios’, como los llamaba el pintor.

Pérez Sánchez, director del Museo del Prado y amigo de Ramón Gaya, permitió a éste entrar los lunes al Museo, día de cierre al público. Será entonces cuando Gaya pinte este Niño de Vallecas, del cual decía: «Es un cuadro que en un principio, de jovencito, no entendí completamente. Lo encontraba muy bueno, claro, muy bien pintado, pero yo no podía entender todo el misterio que encierra porque no había vivido lo suficiente. Porque, claro, no se trataba de haber visto bobos –bobos he visto y sigo viendo demasiados– sino de ver el misterio que encierra ese ser raro, casi angélico. Cuando uno se encuentra ante un ser así, se encuentra lleno de preguntas, de preguntas sobre Dios, sobre la divinidad, sobre muchas cosas…A esa edad, jovencito, no podía entender ese misterio. En realidad, sigo sin entenderlo, porque los misterios no se entienden. Los misterios se sienten, se tocan, pero no se desvelan. Un misterio que se desvela no es tal misterio…»

Enero 2024 | 'Cristóbal Hall en el salón de Cardesse'. 1939. Ramón Gaya

Cuadro del mes de diciembre de 2024 'El pintor Cristóbal Hall' de 1939. Ramón Gaya

Este cuadro ‘Cristóbal Hall en el salón de Cardesse’ lo pinta Ramón Gaya poco después de salir del campo de concentración de Saint-Cyprien, donde estuvo recluido 16 días.
¿Cómo consiguió salir Gaya de ese infierno? Lo cuenta el pintor en una desgarradora entrevista a Elena Aub:
«Cristóbal Hall le había encargado a Lady Hall que me buscara por los campos, y ella me encontró en ese grupo [el grupo de compañeros de ‘Hora de España’]. Como era él quien me había reclamado yo tenía derecho a pasar uno o dos meses en su casa. Cristóbal Hall y su familia tenían alquilado un pequeño château en Cardesse, un pueblecito muy cerca de Pau. Por eso ella tenía tanto interés en que nos vistiéramos de manera vulgar, porque si se fijaban en ti, te podían devolver al campo, ¡gente que había salido legalmente, que tenía sus papeles! Al día siguiente nos metieron en un tren, un tren que llegaba a una estación determinada –como soy poco novelista, poco propenso a novelar, todo eso lo borro, lo olvido–, y en esa estación nos teníamos que separar, ellos continuaban viaje y yo me tenía que bajar y esperar en la estación al tren que me debía llevar a Pau. Entonces ya en el tren y antes de separarnos Gil-Albert, Sánchez Barbudo, Dieste y los demás, no tuvieron más remedio que decirme que mi mujer había muerto y que Carmen Dieste había recogido a la niña y que estaban en París. En esas condiciones tuve que bajar del tren yo solo, comprar un periódico francés, sentarme en el restorán de la estación, pedir un café y hacer como que leía; la policía francesa estaba atenta a los viajeros, en esas condiciones pasé unas dos horas. A las dos horas de estar allí, llegó mi tren y me subí. Una vez en el tren me hice el dormido, por la pronunciación, claro. Yo podía hablar francés pero… en español. Al llegar a Pau me asomé a la ventanilla y vi a Cristóbal inmediatamente; él me estaba mirando y no me reconocía. Había venido a por mí en un taxi, tomamos el taxi y nos fuimos a Cardesse. Al llegar allí me acompañó a mi habitación, habían encendido la chimenea. Cuando me vi en esa habitación, me caí al suelo desmayado. Me desmayé cuando me vi a salvo, es decir, cuando ya no estaba en peligro. Estuve con ellos unos dos meses, la mayor parte del tiempo en la cama, enfermo de… todo, claro».
Lo único que ‘repuso’ algo al pintor murciano, fue volver a pintar. El propio Cristóbal Hall le recomendó a Ramón que lo hiciera. Fruto de ese tiempo en Cardesse son numerosos cuadros en los sorprendentemente no hay rastro del sufrimiento que está pasando.
Ramón Gaya no tendrá más remedio que marcharse al exilio en México. Cristóbal Hall y su mujer le dicen: “Usted va a un exilio, no sabe qué se va a encontrar allí, qué penalidades tendrá que sufrir; la niña acaba de salir de su enfermedad, apenas está repuesta, se le va a quedar a usted en el trayecto. No sea loco, déjenosla, y ya veremos qué es lo que pasa”. Todos pensaron que era lo mejor para Alicia.
Ramón y Alicia no se reencontraron hasta 13 años después. Todo ese tiempo la niña estuvo al cuidado del matrimonio Hall